El mapa de la innovación social: Ideas ante la crisis

14244648766755Algo se mueve en la vieja Europa. Por debajo de esa capa anquilosada y burocrática, espoleada por la austeridad que no cesa, una red cada vez más tupida de ‘innovadores sociales’ ha decidido exprimir el potencial de la tecnología al servicio del bien común. El fenómeno ha ido tomando cuerpo en la última década, aunque nunca hasta ahora había sido ‘mapeado’ en toda su dimensión.

Aquí tenemos finalmente el ecosistema europeo de la DSI (innovación social digital), abriéndose entre la letanía informativa de estos días, copada por el pulso entre Alemania y Grecia. Pues resulta que el Reino Unido (con 500 proyectos) es el epicentro europeo de esta revolución silenciosa en la que está participando muy activamente España, cuarta en el ranking con 155 proyectos.

«Estamos en el nacimiento de una manera radicalmente nueva de organizar los aspectos más esenciales de la vida, del dinero a la salud, de la democracia a la educación», advierte Jo Casebourne, directora de innovación social en la plataforma británica Nesta. «Lo que está ocurriendo ha sido hasta ahora invisible para los políticos y para gran parte de los ciudadanos, pero ha llegado la hora de salir a flote y reclamar el máximo apoyo para este tipo de iniciativas que están redefiniendo nuestra sociedad».

«Al fin y al cabo, herramientas tan extendidas ya como el ‘crowdfunding’ o el ‘co-working’ son producto de la DSI», asegura Casebourne. «Otras tendencias como el conocimiento abierto, el ‘open data’, la economía colaborativa o las ‘incubadoras’ y ‘aceleradoras’ se están haciendo cada vez más necesarias en un auténtico ecosistema europeo».

Geografía alternativa

Dos innovaciones sociales ‘made in Spain’ como Guifi.net (la mayor red de telecomunicaciones libre, abierta y neutral del mundo, con 27.500 nodos activos y creciendo) o Goteo (la plataforma de financiación colectiva y colaboración distribuida que ha apadrinado el concepto del ‘capital riego’) figuran por méritos propios en esta auténtica geografía alternativa del viejo continente, donde brillan con luz propia proyectos como OpenCorporates (el mayor banco de datos abiertos mundial, con información de 84 millones de compañías) o FixMyStreet (revolucionando la acción local, calle a calle).

En total, casi mil proyectos (966) de innovación social han levantado el vuelo en Europa, con Londres convertida en la indiscutible capital de la DSI (90), seguida de París (39), Amsterdam (30) y Berlín (22). El sur de Europa se ha subido al tren de alta velocidad, con el País Vasco y Barcelona marcando la pauta en España. El norte de Europa (tal vez por su colchón social) y los países del este (posiblemente por herencia política) van de momento en el remolque.

«La crisis y los recortes sociales han forzado a los ciudadanos a buscar soluciones por su cuenta», reconoce Jo Casebourne. «No se trata de suplantar el estado del bienestar, sino de buscar alternativas a problemas reales. Muchas veces existen, sin embargo, grandes dificultades para financiar proyectos, o para ayudarles a dar el salto a gran escala, que es lo que persiguen plataformas como Nesta en el Reino Unido».

Nos metemos en la piel del tecnoescéptico y le preguntamos a Jo Casebourne si no hay mucho ‘hype’ detrás de la DSI, si no pecamos de ingenuidad a la hora de confiar en la tecnología como la panacea contra problemas sociales que se deben afrontar con decisiones políticas…

«La tecnología es la herramienta pero no el fin. Hacemos mucho hincapié en poner los problemas sociales siempre en primer lugar, y en no sobrestimar el papel de las ‘soluciones tecnológicas’. En cualquier caso, para que un proyecto entre dentro de la definición de DSI ha de ser realmente transformador, de naturaleza social y con unos ‘dividendos’ también sociales».

Ponemos finalmente sobre la mesa la palabra ‘maldita’: disrupción… «Una solución innovadora puede o no ser disruptiva, aunque esa palabra está inevitablemente asociada a la tecnología. Hay que perderle el miedo a la disrupción, aunque tenemos que poner también en la balanza todo lo que ganamos y perdemos con la aplicación de una tecnología».

«Particularmente pienso que Internet tiene un tremendo potencial social y puede ayudarnos a incrementar eso que llamamos inteligencia colectiva», concluye la directora de DSI de Nesta. «No tenemos más que fijarnos en el mapa del ecosistema europeo, y comprobar cómo la aparición de ‘clusters’ sirve para impulsar tremendamente este tipo de iniciativas».

(El 26 de febrero, por cierto, se celebra en Barcelona la octava conferencia anual de la Innovación Social, en la que colabora activamente el Esade, uno de los patrocinadores del estudio del ‘ecosistema’ europeo de la DSI). Fuente: http://www.elmundo.es